ENSAYO: LA AUTENTICIDAD
DE LA MUJER
A diferencia del siglo XVI,
la mujer escritora de hoy puede ejercer su vocación con relativa libertad; pero
se le sigue haciendo más difícil que al hombre llegar a ser un buen artista, y
esto por una sencilla razón: le es más difícil llegar a ser una persona
completa.
En primer lugar, su libertad
se encuentra considerablemente coartada; lo que limita las experiencias de las
cuales puede valerse para enriquecer su obra. La mujer la mujer desconoce, por
ejemplo, los mecanismos del poder político y económico; y en cierta forma este
limitado acceso a los mismos resulta una situación afortunada, ya que su deber
consiste en oponerse a ellos. En segundo lugar, su rol de esposa y de madre
tiende a hacerla un ser dependiente, tanto en su supervivencia económica como
en su sentido de identidad.
EL problema inicial, el
problema de su libertad material, es un problema externo, relativamente de
fácil solución, al que se han enfrentado enérgicamente a lo largo de los
últimos diez años el movimiento feminista. Los logros de este movimiento son un
indicio de que, al menos en el nivel de las leyes y de los contratos de
trabajo, de las oportunidades que la sociedad le ofrece, el dilema de la mujer
se encuentra en camino de resolverse.
El segundo problema, el de su
libertad interior, cala mucho más hondo y es de más difícil solución .Podría
dividirse en dos vertientes: las sanciones emocionales y psicológicas que, al
nivel de las costumbres, la sociedad sigue imponiendo a la mujer y las
sanciones que ella suele imponerse a sí misma.
La mujer que tiene éxito hoy
en su profesión, sea esta cual sea, se está aprovechando de esas oportunidades
que, al nivel publico o retorico, la sociedad le concede. Pero una cosa es el
derecho de la mujer a la igualdad de oportunidades en el
nivel público y otra en el nivel privado. La verdad es que toda mujer que tiene
éxito en su profesión es vista de inmediato con desconfianza por la mayoría de
los hombres. Existe una especie de juicio tácito, según el cual una mujer que
triunfa con su mente será necesariamente un fracaso en la cama y en hogar. El
éxito suele ser para ella un motivo de conflicto, y solo llega a lograrse
plenamente en circunstancias muy
excepcionales.
La mayoría de las veces, la
mujer se ve forzado a escoger entre su
príncipe azul o su vocación. Es por esto que
tantas mujeres, cuando están a punto de lograr el éxito, sea este de
orden económico, intelectual, o científico, encuentran una escusa para darse de
baja y dejar las cosas a medias. La soledad es un dilema angustioso al
cual la mujer que ha escogido una
profesión tiene a menudo que enfrentarse.
Pero el problema de la
libertad interior de la mujer tiene una segunda vertiente, mucho más dolorosa
que la primera: la mujer que intenta romper con los patrones de comportamiento
convencional no necesita, por lo general, ser castigada ni por la ley ni por
los mecanismos sociales. Ella se ocupa, mucho más eficientemente que ningún
tribunal, de castigarse a sí misma: se siente aterradoramente culpable. Esto se
debe en parte a su educación; al hombre se le educa para que se con mira a
realización propias, mientras que a ella se le educa con miras a la realización
ajena; al hombre se le educa para que se desenvuelva en el mundo, para que
tenga éxito y se realice a si mismo como profesional o artista; y a ella, en
cambio, se la educa para enseñe a los hijos como lograr ese éxito y a las hijas cómo sacrificarse para que sus
hermanos lo alcancen. La soledad y el anonimato del hogar han sido
tradicionalmente el destino de la mujer, mientras el hombre sale a conquistar
el mundo.
Pero es necesario reconocer
que esa educación no es la única causa de la falta de coherencia que a menudo
define la personalidad femenina: la
función de esposa y de madre es a veces adoptada por ella con intolerancia, para justificar el vacio de su
vida y darse a si misma sentido. Otras
veces es adoptada con el alivio, por aquellas mujeres para quienes la responsabilidad
de ser independientes y de enfrentar las consecuencias de sus propios actos
resultaría, luego de tantos años de dependencia, un trauma aterrador. Cuando la
mujer asume la función de esposa y madre como autentica vocación, resulta un
bien deseable. Lo que es imperdonable es que se la condene a conocer el amor
únicamente estas circunstancias cuando este puede ser mucho más. El amor es
también el trabajo profesional hecho con amor, la posibilidad desarrollar hasta
el máximo de las capacidades humanas.
Para la mayoría de las
mujeres, ser las artesanas de ese paraíso imprescindible del hogar resulta hoy
un pobre sustituto de las complejas maravilla del mundo. La educación les ha
probado que cambia pañales y velar por el bienestar físico de la familia no es
una alternativa equiparable al cultivo de las artes, de la política, o de las
ciencias.
No cabe duda de que el
problema fundamental de la mujer de hoy es la integración de su personalidad,
con todas las satisfacciones y sentimientos que la madurez y la ocasiones,
adopta la mujer, apropiándose las actividades mentales masculinas de lucro y
poder, despreciando, con mucho mas ahínco que los hombres mismos, todo lo
concerniente a la visión femenina. La
función de la mujer debería consistir precisamente en cuestionar el ejercicio
de ese poder (moral, religioso, o político), tanto en los países donde
prevalece el capital ismo estatal, como en los que prevalece el capitalismo
privado, mientras profundiza paralelamente en su identidad, en la búsqueda de
saber quién es, como es.
AUTORA: ENEIDA MARGARITA GOMEZ DEL ROSARIO
(ENMAGORO)